Por Javier Bleda
De repente una lectora pregunta por qué en mi libro, Viuda Súbita II Parte, las primeras páginas están dedicadas al erotismo puro y duro y desarrollo todo un proceso masturbatorio femenino a partir de la pashmina de la que apareció colgado Mario Biondo. Entiendo la pregunta y, con todo respeto, paso a responderla, y digo que lo hago con respeto porque el sexo no es igual para todo el mundo ni tiene las mismas connotaciones y, por ejemplo en este caso, tal vez debería haber advertido que en el interior se podían leer pasajes que, según para quién, podían ofender.
Debo reconocer que antes de editar el libro llegué a pensar seriamente en colocar esa advertencia en la portada, pero al final no lo hice por dos motivos fundamentales, el primero fue porque pensaba que era público y notorio que en el caso Biondo había componentes erótico sexuales dado que la viuda, y su mánager, dieron conocimiento público a que aquello había sido un terrible accidente y, aunque no se extendieron en la explicación, era evidente que querían dar a entender que al fallecido se le había ido la mano mientras buscaba placeres propios a partir de la sensación extrema de la falta de oxígeno. También alguien podría encontrar un componente erótico en que ambos, viuda y mánager, durmieran en la misma habitación de hotel en Italia la noche antes del entierro, pero ya aclararon a la prensa que fue en camas separadas.
El segundo motivo por el que decidí no poner la advertencia de contenido erótico en la portada era porque suponía que la mayor parte de las personas que podían estar interesadas en este caso posiblemente ya habían visto las fotos, publicadas por la madre de Mario, donde se le veía muerto y todavía colgado en la misma posición en que lo colocaron para simular el suicidio y por tanto, si es que habían visto esas fotos, no creía que se fueran a asustar, escandalizar o molestar por la recreación de unos dedos dentro de una vagina intentando que el clítoris tenga su mejor momento al tiempo que, como una misión imposible, se intentaba mantener el tipo para ver si resultaba posible llegar al éxtasis estando colgando por la barbilla de la misma manera en que se encontró a Mario Biondo.
Al final mi narración clitoriana no tuvo más remedio que acabar con la protagonista en el suelo para consumar el acto placentero pretendido porque, como también demostró la propia madre del fallecido en un vídeo igualmente hecho público, en el momento en que se relajan los esternocleidomastoideos la cabeza se va para atrás y la barbilla supera la pashmina para terminar cayendo al suelo. Obviamente, a una persona que lleva un tiempo muerta a la que después cuelgan de una pashmina no se le relajan ni los esternocleidomastoideos ni la goma del pantalón del pijama, y seguramente por eso ni el cadáver se caía de la pashmina ni tampoco se le bajaba el pantalón, algo que olvidaron los que prepararon la escena si querían que el relato posterior de la viuda del accidente autoerótico y la escena del crimen tuvieran la más mínima coincidencia.
Como ya indico en el propio libro, no escribo sobre el forensismo porque ya es sabido que doctores tiene la Iglesia y yo no soy ni doctor ni eclesial. Hasta arriba está uno de los forenses oficiales, que mienten descaradamente sobre su trabajo profesional porque tal vez en ello les va el trabajo, o la vida, nunca se sabe. Y mucho más hasta arriba está uno de los forenses no oficiales del caso, porque estos son mucho peores ya que, por hacerse notar, insisten una y otra vez en que el muerto fue por suicidio basando sus conclusiones en datos que solo valen para los suicidados realmente suicidados, no en los suicidados contra su voluntad, como esos que ya tienen el cuello rígido cuando los cuelgan de una pashmina y por eso aguantan ahí colgados hasta que la plañidera convertida en viuda súbita llega de su afortunado viaje para contar historias de accidentes sexuales antes de, poco más tarde, entrar de lleno en lo mucho que consumía sustancias estupefacientes el finado, quien se suponía que había sido el amor de su vida, dejando por los suelos el honor del que ya no puede defenderse.
Otra cosa que considero interesante aclarar, y que aparece en el libro, es mi insistencia en recordar que en el documental Las últimas horas de Mario Biondo, distribuido por Netflix pero perpetrado por Par Producciones, la productora del ínclito mánager de Raquel Sánchez Silva, Guillermo Gómez Sancha, su socio Luis Velo Puig-Durán y otros socios de la empresa cooperadores necesarios, aparece la imagen del rey Felipe VI y sobre su rostro está escrito “Digamos que se está protegiendo a esta persona”, es decir, esta secuencia del documental está dando a entender que a quien se está protegiendo es al monarca quien, según la hipótesis novelada de mis libros, podría haber tenido una relación con la presentadora de televisión (ojo, no confundir con Letizia) y Mario Biondo haberlo descubierto, lo que habría llevado a la eliminación radical de quien podía poner en jaque el orden dinástico una vez Juan Carlos abdicase.
¿Por qué insisto en recordar este aviso a navegantes escrito en la frente del rey? Pues claramente porque no se trata de ningún error de edición, ya que la escena del rey llegando a Mediaset dos años después de la muerte de Mario con Letizia, acompañados por la responsable política de los servicios secretos, está fuera de contexto del documental, salvo que se pretenda que sirva de advertencia a la Casa Real hecha directamente por los perpetradores de dicho documental.
Sin duda resulta curioso que quienes con tanta vehemencia defienden el montaje del suicidio en un documental vergonzoso, haciendo que la familia de Mario parezca estar mal de la cabeza, con entrevista a psiquiatra forense televisivo incluida, ataquen de una manera tan evidente al rey, y las conclusiones a las que se puede llegar son variadas, una de ellas, por ejemplo, es que pretendieran hacerse un “Bárbara Rey” extorsionando económicamente al hijo real como ella extorsionó al padre, pero sinceramente no creo que lo hicieran por esto, y si presuntamente pretendían extorsionar no sería por dinero, posiblemente habría un motivo superior. Teniendo en cuenta que Luis Velo, el socio de Gómez Sancha, era el “niño bonito”, empresarialmente hablando, del fallecido César Alierta, y que la última pareja del que fuera presidente de Telefónica fue Isabel Sartorius, lo mismo esto de joder a Felipe sacándolo en el documental e implicándolo directamente en la muerte de Mario Biondo al final podría resultar que tiene su origen en un antiguo despecho amoroso. Pero esto no pasa de ser una de mis teorías de novela, ni se le ocurra a nadie tenerla en cuenta.
Otro dato del que también escribo, porque sobrepasa lo curioso para adentrarse en el mundo de lo altamente sospechoso, es que el periodista italiano Ercole Rocchetti entrevistó en octubre de 2013 al primer abogado de la familia Biondo, Daniel Gómez de Arriba, una entrevista de la que se conserva su grabación, y en la que el abogado dijo que él había visto una foto de la parte posterior del cuello de Mario en la que se apreciaba claramente un surco profundo compatible con un cable y que esa foto, que había sido hecha en el Instituto Anatómico Forense durante la primera autopsia, junto a muchas otras, desaparecieron del informe forense.
Poco tiempo después, cuando el forense italiano fue autorizado a realizar una segunda autopsia, adujo que ese surco se debía a la corbata que le pusieron para enterrarlo y al paso del tiempo. ¿De qué corbata habla? ¿De qué paso del tiempo? La foto se la hicieron a las pocas horas de morir asesinado, no pudo haber efectos cadavéricos corbateros en alguien que está desnudo en la mesa de un forense. Sin embargo las declaraciones de este segundo forense fueron tenidas tan en cuenta como las del primero, ambos manipuladores forzosos por orden superior de una realidad que se empeñaba en suicidar a un asesinado.
En fin, esta segunda parte de Viuda Súbita
es un libro que aporta muchos datos a tener en cuenta en toda esta trama originada antes y después de la muerte de Mario Biondo y profundiza en todo aquello que parece no estar a la vista. Las cosas no son tan aparentes como nos las han querido colocar y resulta necesario insistir, a pesar de los peligros que ello pueda conllevar, en que al marido de la viuda lo quitaron de en medio porque sabía lo que nunca debía haber sabido.
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