martes, 9 de abril de 2024

Monarkia kanpora! La bipolaridad vasca



 Por Javier Bleda 


Uno de los muchos beneficios de Internet es que se puede escuchar casi cualquier radio en casi cualquier lugar, haciendo que lo que antes estaba allí ahora esté aquí y viceversa. Eso me pasó en la mañana del 8 de abril (24) mientras caminaba en solitario por un lugar hecho a la medida de la divinidad. El canto de los pájaros y el sonido de un riachuelo cercano eran suficientes para llevarme a la reconciliación personal conmigo mismo, algo que no siempre es fácil teniendo en cuenta que soy un Libra muy libre, pero en ocasiones, como en este caso, añadí un toque personal al momento bucólico sintonizando Radio Nacional de España, “La Pública” para los amigos, y escuchar el programa “Las Mañanas” de Íñigo Alfonso. No soy persona equilibrada en el halago entre hombres y mujeres, ya que mi naturaleza indómita me hace tener cierta tendencia hacia lo femenino, pero el caso bien merece una excepción, porque este Íñigo aporta en su quehacer diario la calma necesaria en momentos de estrés casi patológicos de la sociedad. 

En un momento determinado, cuando ya no quedaba mucho para las diez de la mañana en España, una hora menos en Canarias, comenzó a sonar un espacio mínimo en el programa, pero cuyos minutos valen tanto como el canto de los pájaros, y es que cada mañana una persona diferente, gente que sabe de letras, pero también de pensamientos, recita su columna escrita en formato de ondas haciendo que la reflexión necesaria se haga notar durante y, sobre todo, después de la escucha. 

Esa mañana del ocho hablaba Oscar Martínez, periodista del periódico salvadoreño El Faro.net. Ya su voz templada, calmada y, a pesar de ello, no menos contundente, dejaba entrever que a sus cuarenta y pocos era persona curtida en el periodismo hecho a fuego lento en lugares poco propicios a la información veraz. Oscar dejaba claro que las redes sociales le parecían “telarañas cazamoscas” hasta que unos jóvenes le habían hecho saber que, muy al contrario, las redes también son “páginas en blanco” en las que poder plasmar lo sosegado. Sonreí mucho cuando trajo Tick Tock a colación, sugiriendo que tiene nombre de “tiempo que se acaba”, y como periodista me quedé muy pensativo con su argumentación respecto a que “La mayoría de triunfadores en esas redes son mediocres que entendieron que si le das placer al público el sustento informativo vale lo mismo que un tuit, nada”. 

Aprovechando que tengo fresco el concepto de páginas en blanco de las redes que apuntaba Oscar, y a pesar de mi alergia al fútbol a partir de un trauma infantil, en esta ocasión me apetece rellenar mi página en blanco hablando de la Copa del Rey ganada hace unos días por un Athletic de Bilbao inasequible al desaliento. Me pareció impresionante la “invasión” bilbaína de Sevilla para asistir a la final, con o sin entradas, igual que sigue siendo impresionante que la ciudad permanezca en estado de catarsis hasta que la famosa gabarra surque aguas con la copa en las manos de los sin duda héroes locales. 

Sin embargo no deja de llamar mi atención que tanta euforia colectiva se deba al hecho de haber ganado una copa del “Rey”, porque puedo entender que cualquier otro trofeo de los muchos que hay relacionados con el balón puedan llevar a la locura pasajera a una población necesitada de alegrías entre txikiteos, pero no una copa que requiere la presencia de Rey de España en su final, que todo el mundo tenga que escuchar el himno nacional de un Estado que no quieren compartir y que, por supuesto, debe ser recibida de manos de un rey que detestan.  

Me pregunto si toda esta alegría futbolera bilbaína, incluso vasca en su conjunto, no tendrá algo que ver con la bipolaridad, porque dicen los que saben de cosas de la mente que este trastorno se caracteriza por sufrir altos y bajos extremos en el estado de ánimo, como por ejemplo lo puede ser el pasar de la euforia a la depresión, y que la euforia aparece sólo en la fase maniaca, aunque de un estado de ánimo a otro no se pasa muy rápidamente, lo que parece ser hecho a medida en el contexto en el que estamos, ya que se han alcanzado cotas extremas de euforia por vencer en el torneo, pero es posible que no se tarde en retornar a la depresión al volver a caer en la cuenta de que lo que se ha ganado es la copa de un rey que para ellos no cuenta y luego, como antes mencionaba de boca de expertos, volver al estado eufórico no será un proceso rápido, puede que incluso sean necesarios otros cuarenta años. 

Como ustedes pueden comprender, esto de que los vascos no comulgan con quien da nombre al torneo que han ganado no es invención mía, ya que recientemente, en 2023, el lehendakari Íñigo Urkullu, uno de los líderes autonómicos que no viajó a Madrid para la jura de la Constitución de la heredera al trono, dijo en aquellos momentos en el Parlamento Vasco que la monarquía en España es “una realidad anacrónica”, defendió una “reforma constitucional” para “habilitar la posibilidad de optar a la república”, criticó la “inviolabilidad” del Rey y manifestó que “es insostenible que la jefatura del Estado se determine por herencia familiar”. 

Un poco antes, en 2020, Joseba Egibar, portavoz del Partido Nacionalista Vasco, negó en el Parlamento Vasco que el Rey de España lo fuera también del País Vasco, argumentando que “Los vascos no tenemos rey. El rey español no es nuestro rey, ni el padre ni el hijo”. 

También en 2020 hubo gente que, convocada por el Movimiento Republicano y con el beneplácito de EH Bildu, Podemos, Ezker Anitza, PCE, CNT, ELA, LAB y CCOO, se concentraron frente al ayuntamiento de Bilbao, delante del Parlamento Vasco en Vitoria-Gasteiz y en el centro de la ciudad en Donostia-San Sebastián, para reclamar el fin de la monarquía y del régimen del 78 bajo la consigna de “Monarkia Kanpora!”.   

Como es público y notorio, los de Bilbao son gente aparte, incluso aparte de los propios vascos, y para muestra creo suficiente mencionar que al otro lado del Nervión está la antigua sede del que fuera Club de Gordos de Bilbao, fundado en 1953, donde había que ser hombre, pesar más de 100 kg y no hacer deporte para optar a ser uno de sus miembros, y si se pesaba más de 120 kg entonces te convertían en socio de honor.  

Al ser yo gente fina, que no necesariamente delgado, más que con el Club de los Gordos prefiero rememorar Bilbao con la dulzura musical del compositor y violinista Juan Crisóstomo de Arriaga, apodado el “Mozart español”, nacido en 1806 en el número 12 de la calle Somera y fallecido veinte años después, en 1826, víctima de la tuberculosis. El título de su primera obra, compuesta a los once años, podría llevarnos a pensar si esto de la bipolaridad vasca es algo que ya viene de lejos, porque “Nada y Mucho”, además de una genialidad para el alma, nos podría ubicar en el sendero de la depresión y la euforia. 

En fin, quede claro que aunque soy de Albacete estoy enamorado de Bilbao, y la ciudad sabe por qué. Sus calles, además de los gordos, los músicos y los futbolistas, también vieron nacer gente muy especial y que gemebunda como nadie en el éxtasis pasional, igual que gente que parece meditabunda pero que, no tengo la menor duda, me podría dar una buena tunda en caso de coyunda. 

Hay que tener cuidado con estos vascos de Bilbao, de ellos se dice que “Kalean uso, etxean otso”, lo que viene a ser un certificado de bipolaridad en euskera mítico. Ahora bien, lo que nunca les perdonaré es que con toda esta historia de la independencia no quieran llevarse al Rey de Copas y pretendan dejárnoslo en el Estado español. No es justo, estoy indignado, los que están contentos por la copa son ellos, si tuviera delante al capitán del Athletic le diría “Joan pikutara!”.  

Crédito foto: Izquierda Web